Símbolo pampeano y hombre verdadero.
Generoso guerrero,
amor, coraje,
¡Salvaje!
Gaucho, por decir mejor.
Ropaje suelto de viento,
protagonista de un cuento
vencedor.
Corazón
de afirmación.
Voluntad
de lealtad.
Cuerpo «morrudo» de hombría,
peregrina correría
que va tranqueando los llanos,
con la vida entre las manos
potentes de valentía.
Vagabunda rebeldía.
Carne de orgullo y destreza,
alma que tiene corteza,
pues no hay viento
ni lamento,
que penetre en su rudeza,
ni doble, de su cabeza,
la arremangada fiereza.
En su melena asoleada,
que va de luz revolcada,
a la oración,
flotando está una intención.
Quiso libertad; la tuvo
y en su batallar, no hubo
quien le impusiera derrota.
Su sangre, gota por gota
demostró que era ilusoria,
para otros la victoria,
y escribió roja su historia.
Pero hoy el gaucho, vencido,
galopando hacia el olvido,
se perdió.
Su triste ánima en pena
se fue, una noche serena,
y en la cruz del Sur, clavado,
como despojo sagrado,
lo he yo.