Ya se está el baile arreglando.
Y el gaitero ¿donde está?
-Está a su madre enterrando,
pero enseguida vendrá.
-Y vendrá -Pues ¿qué ha de hacer?
Cumpliendo con su deber
vedle con la gáita... pero,
¡cómo traerá el corazón
el gaitero,
el gaitero de Gijón.
¡Pobre! ¡Al pensar que en su casa
toda dicha se ha perdido,
un llanto oculto le abrasa
que es cual plomo derretido!
Mas, como ganan sus manos
el pan para sus hermanos,
en gracia del panadero,
toca con resignación,
el gaitero,
el gaitero de Gijón.
No vió una madre más bella
la nación del sol poniente!...
¡Pero ya una losa, de ella
le separa eternamente!
¡Gime y toca! ¡ Horror sublime!
Mas, cuando entre dientes gime
no bala como un cordero,
pues ruge como un león
el gaitero
el gaitero de Gijón.
La niña más bailadora
-¡aprisa -le dice- ¡aprisa!
¡Y el gaitero sopla y llora!
poniendo cara de risa.
Y al mirar que de esta suerte
llora a un tiempo y los divierte,
silban, como Zoilo a Homero,
algunos sin compasión,
al gaitero,
al gaitero de Gijón.
Dice del triste en su agonía,
entre soplar y soplar:
-Madre mía. madre mía,
cómo alivia el suspirar!
Y es que en sus entrañas zumba
La voz que apago la tumba:
¡Voy que pese al mundo entero,
siempre la oirá el corazón
del gaitero,
del gaitero de Gijón.
Decid, lectoras, conmigo
¡cuánto gaitero hay así!
Preguntáis ¿por qué lo digo?
Por vos lo digo, y por mí.
No veis que al hacer, lectoras,
doloras y más doloras,
mientras yo de pena muero,
voz las recitáis, al son
del gaitero,
del gaitero de Gijón.