Rafael Pombo


Patria y Poesia

Caro juan y dem·s patronos mÌos
Que un triunfo me acord·is sin que haya guerra,
Por azuzar los moribundos brÌos
De un zancarrÛn que est· pidiendo tierra:

Creadores de la nada, por maniobra
De la amistad que prÛdiga os engaÒa
CiÒendo lauros a un autor sin obra
Rey sin dominio y hÈroe sin hazaÒa:

Cuando en vosotros mi alabanza escucho
Y me enseÒa mi yo vuestro relato
Yo desde luego os lo agradezco mucho,
Mas no me reconozco en mi retrato.
Busco ese Pombo y no lo encuentro en casa
Sois, pues, vosotros la encantada avena
Y yo no m·s que el cÈfiro que pasa,
Y a cuyo soplo el instrumento suena.

El alma del que mira es el encanto
Que en m·s de una visiÛn nos gratifica;
Y lo sonoro, lo Ìntimo del canto
Est· en el corazÛn que se lo aplica.

AsÌ es el pueblo el alma del tribuno
Y amamos como rey de los cantores
Al que leyÛ de joven cada uno
PoniÈndole su m˙sica de amores.

Por eso me embalsama todavÌa
Zorrilla el corazÛn. Su cantilena
Bien puede ser una ·nfora vacÌa.
La Hebe que evoco a su rumor, la llena.

Advierto ahora mi casual talento
De mantenerme en condiciÛn de mito.
Lo ideal no consiente tocamiento,
Y en lo invisible hay algo de infinito.

Del mismo modo un vago buhonero
O un guerrillero que jam·s da blanco
Pasa por general o por banquero
Por no tener eiÈrcito ni banco. 2

Mi inediciÛn, esa es precisamente
Toda mi fuerza. En publicando tomo,
øQuÈ gajo del laurel queda en mi frente
O ·torno de epidermis en mi lomo?

El que se imprime en colecciÛn, se entrega
Cual pollo asado al secular cuchillo,
Mientras que si en la atmÛsfera se riega,
Har· siluetas de ·guila un cuclillo.

Sigo, como sabÈis la homeopatÌa,
Y el p˙blico lector es su observante.
Un glÛbulo de verso a nadie hastÌa;
Columna o tomo necesita aguante.

A Dante y Milton nadie se antepone,
Y es, no leerlos y admirarlos, mengua;
Al Dante, en especial, no hay quien destrone
Por su sin par estilo y mala lengua:

No obstante: todo un LamartÌn mordisca
Por pesado al inglÈs, y en el toscano
SÛlo hallÛ el episodio de Francisca
Digno de su renombre soberano.

Cada cual lleva en sÌ la poesÌa,
Potencia que del polvo lo redime,
La m·s breve ocasiÛn que le sonrÌa
Basta a soltar la facultad sublime.

AllÌ el hechizo, o a su turno espanto
De Arte y beldad, de p·gina y banquete,
No es fuerza ver, leer, recibir tanto
Da todo su valor quien lo interprete.

Edgardo Poe, esprÌtu analÌtico
Estudia esta cuestiÛn, y en limpio sienta
Que en cualquiera poesÌa es impolÌtico
Que los renglones pasen de cuarenta.

Yo, que sÛlo al humor suelto la vena ,
Y jam·s hice versos por programa ,
Por lucir mi arpa o deslucir la ajena
O hacerme colecciÛn, dinero o fama,

No llevo regla o cuenta semejante
En cuanto llaman pies calzo a mi gusto,
Y ya inflo un ratÛn hasta elefante,
Ya en un dedal un elefante ajusto.

Suele ser la pereza mi poÈtica ;
El momento, el humor me da el asunto,
Y hago sonetos por pereza estÈtica , 3
Porque eso tiene intraspasable punto.

SÛlo allÌ la aritmÈtica introduzco
Me encanta por lo neto y lo lacÛnico,
Y, aunque tal vez ni yo me los traduzco,
Obedezco al hacerlos a un mal crÛnico:
La impaciencia moderna, el tedio y prisa
Del p˙blico lector, es el secreto
Que asegura, a despecho de la risa,
El fuero imprescriptible del Soneto.

Hasta all·, con el tiempo, ir· el poema;
Y la lÌrica suelta al epigrama;
Como la ley gramatical suprema
Ya la va formulando el telegrama.

He allÌ el nivelador de los idiomas,
El rendez vous, de la expresiÛn humana,
La interjecciÛn, sin puntos y sin comas,
Suprimir· la prosa charlatana:

Habr· un enorme Webster, una clave
ElÈctrico-pictÛrica de signos;
Y algo como el cuadr˙pedo o el ave
Ser·n nuestros repÛrters fidedignos;

Y cuando de este modo se inventarie
Cuanto Dios o el mortal inventar quiso,
Vueltos por la cultura a la barbarie,
Tendremos la poesÌa del ParaÌso.

AsÌ quisiera hablaros esta noche,
Pero ødÛnde est· Ad·n? øDÛnde est· Eva?
La civilizaciÛn es un derroche
De lo que nada sirve y nada prueba.

Del lujo y gloria del jardÌn primero
RÈstanos sÛlo la perversa fruta,
El arte de hacer daÒo al compaÒero,
La ciencia de la hablilla y la disputa.

En vano desgaÒÌtase entretanto
Diciendo en su esplendor el firmamento:
Vivid! Dejad vivir! que Èste es un santo
Don del SeÒor que durar· un momento:

Un momento no m·s; pero Èste sobra
Para amar mucho, y que alg˙n ser nos ame;
Elevarnos a Dios, admirar su obra
Y alistarnos para El cuando nos llame.
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