Unos días con sus noches en Malpaís y Santa Teresa. Vi los pelícanos, los cocos asesinos, vi pizotes, ballenas, iguanas, garzas y unos peces azules minúsculos y fosforescentes nadando en las pozas que se forman en las rocas cuando baja la marea. También las gaviotas que nos seguían en la terraza del ferry para que las alimentáramos con snacks ultraquímicos. Vi amigos, vi a los hijos de los amigos. Vi a los amigos y a los hijos de los amigos encender una fogata en la noche y así cumplir con ese ritual que nos acompaña desde no sabemos cuándo. Vi el mar cada noche antes de dormirme y lo vi también cada mañana al despertarme. Vi una cometa multicolor inmóvil contra el cielo limpio, vi que la cuerda invisible que la sostenía llegaba hasta mis manos. Vi caricacos de todos los tamaños rodeándome mientras meaba en la arena. Vi, en el fondo de la mochila, el lomo de la novela de Dos Passos ni siquiera llegué a abrir. Vi los objetos que el mar deposita en la orilla: una piedra con forma de cassette, una rama con forma de linterna, una lata de birra con forma de lata de birra. Una tarde cerré los ojos y vi muchos viajes ya borrosos del pasado e imaginé paseos futuros en esta misma costa. Es así, la vida se puede reducir a una lista breve.
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