Bion y Lucina, émulos en fervoroso alarde,
permútanse fragantes uvas, de boca a boca;
y cuando Bion ladino la ebria fruta emboca
finge para que el juego lánguido se retarde...
Luego ante el oportuno carillón de la tarde,
que en sus almas, perdidas inocencias evoca,
como una corza tímida tiembla el amor cobarde,
y una paz de los cielos el instinto sofoca...
Después de un tiempo inerte de silencioso arrimo,
en que los dos ensayan la insinuación de un mimo,
ella lo invade todo con un suspiro blando;
¡Y él, que como una esencia gusta el sabroso fuego,
raya un beso delgado sobre su nuca, y ciego
en divinos transportes la disfruta soñando!