Rosario,
En ti pensaba, en tus cabellos
Que el mundo de la sombra envidiaría,
Y puse un punto de mi vida en ellos
Y quise yo soñar que tú eras mía.
Ando yo por la tierra con los ojos,
Alzados —¡oh mi afán!— a tanta altura
Que en ira altiva o míseros sonrojos
Encendiólos la humana criatura.
Vivir: —Saber morir; así me aqueja
Este infausto buscar, este bien fiero,
Y todo el Ser en mi alma se refleja,
¡Y buscando sin fe, de fe me muero!