Jose Marti

1853-1895 / Cuba

Bosque de rosas

Allí despacio te diré mis cuitas;
Allí en tu boca escribiré mis versos!—
Ven, que la soledad será tu escudo!
Pero, si acaso lloras, en tus manos
Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas
Borraré los extraños versos míos.

Sufrir ¡tú a quien yo amo, y ser yo el casco
Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?
Oh, la sangre del alma, tú la has visto?
Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre la sombra acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
Un pilón labremos, y en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!

Esta es la lidia humana: la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
Pues los hombres soberbios ¿no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta, y mi furor domado.—
Ven, a callar; a murmurar; al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre—
Y la virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, las que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar ¡qué orgullo al pecho queda
Y còmo en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! Pues hay tormento
Como aquél, sin amar, de hablar de amores!

Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!
Ven, que la soledad será tu escudo!
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