La noche pasaba,
y al terror de las nébulas, sus ojos
inefables reían de tristeza.
La muda palabra
en la mansión culpable se veía,
como del Dios antiguo la sentencia.
La funesta falta
descubrieron los canes, olfareando
en el viento la sombra de la muerta.
La bella cantaba,
y el florete durmióse en la armería
sangrando la piedad de la inocencia.