Jose Eusebio Caro Iboyez

1817-1853 / Colombia

El Cipres

iArbol sagrado, que la obscura frente,
Inmovil, majestuoso,
Sobre el sepulcro humilde y silencioso
Despliegas hacia el cielo tristemente!
Tu, si, tu solamente
Al tiempo en que se duerme el rey del mundo
Tras las altas montanas de occidente,
Me ves triste vagando
Entre las negras tumbas,
Con los ojos en llanto humedecidos,
Mi orfandad y miseria lamentando.
Y cuando ya de la apacible luna
La luz de perla en tu verdor se acoge,
Solo tu tronco escucha mis gemidos,
Solo tu pie mis lagrimas recoge.

iAy! hubo un tiempo en que feliz y ufano
Al seno paternal me abandonaba;
En que con blanda mano
Una madre amorosa
De mi ninez las lagrimas secaba...
iY hoy, huerfano, del mundo desechado,
Aqui en mi patria misma
Solitario viajero,
Desde lejos contemplo acongojado
Sobre los techos de mi hogar primero
El humo blanquear del extranjero!
Entre el bullicio de los pueblos busco
Mis tiernos padres para mi perdidos;
iVanamente!... Los rostros de los hombres
Me son desconocidos.
Y sus manes, empero, noche y dia
Presentes a mis ojos afligidos
Contino estan; contino sus acentos
Vienen a resonar en mis oidos.

iSi, funeral cipres! Cuando la noche
Con su callada sombra te rodea,
Cuando escondido el solitario buho
En tus obscuros ramos aletea;
La sombra de mi padre por tus hojas
Vagando me parece,
Que a velar por los dias de su hijo
Del reino de los muertos se aparece.
Y si el viento sacude impetueoso
Tu elevada cabeza,
Y a su furor con susurrar medroso
Respondes pavoroso;
En los tristes silbidos
Que en torno de ti giran,
A los paternos manes
Escucho, que dulcisimos suspiran.

iArbol augusto de la muerte! iNunca
Tus verdores abata el boreas ronco!
iNunca enemiga, venenosa sierpe
Se enrosque en torno de tu pardo tronco!
iJamas el rayo ardiente
Abrase tu alta frente!
iSiempre inmoble y sereno
Por las concavas nubes
Oigas rodar el impotente trueno!
Vive, si, vive; y cuando ya mis ojos
Cerrar el dedo de la muerte quiera;
Cuando esconderse mire en occidente
Al sol por vez postrera,
Morire sosegado
A tu tronco abrazado.
Tu mi sepulcro ampararas piadoso
De las roncas tormentas;
Y mi ceniza entonce agradecida,
En restaurantes jugos convertida,
Por tus delgadas venas penetrando,
Te hara reverdecer, te dara vida.

Quiza sabiendo el infeliz destino
Que oprimio mi existencia desdichada,
Sobre mi pobre tumba abandonada
Una lagrima vierta el peregrino.
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