Veladas apacibles,
Tranquilo sueño...
Campesinos cantares,
¡Alegres juegos
De aquellos años
Que tantos de infortunio
Van alejando!
Primera confidencia
De amor de niño
Bajo los guarandayes
Del manso río...
¡Primer caricia
Trocada por palomas
A mi María!
¿Por qué, por qué a mi mente
Venís tan bellas,
De la infancia tranquila
Dulces escenas,
En esta hora
En que a mi alma pesares
Crueles agobian?
Venid, que pronto en vano
Querré las selvas
Divisar azuladas
Do el techo humea,
Testigo mudo
De mis años felices
Y de infortunio.
¿Es un sueño de mi alma?
¿Sólo un delirio?
¡Ay! conceder al hombre
Dios no ha querido
Que tanto ame
Lo que puede la mente
Débil forjarse.
Si volviera esas cumbres
A hollar mi planta,
Bajo las verdes grutas
Que de oro y grana
Bordan ¡os musgos
Hallara yo las huellas
Del paso suyo.
Yo iré, yo iré a esos bosques:
Cuando la luna
Argenta las cascadas
En la espesura;
Allí las nieblas
Con luminosas gasas
Su sombra velan.
De mi madre al dormirnos
El blando arrullo,
A mis ojos el sueño,
Los ojos tuyos
Venir hacían;
Y hora velo y tú duermes...
¡Duerme y alivia!
Los cantos de tu bardo,
Mis pobres trovas,
Lágrimas son debidas
A tu memoria;
En mi alma eco
De tu postrer sollozo
Y último beso.
Al pie de aquellos montes
De azules mantos
Por la luz de la tarde
Tornasolados,
Está el sepulcro
Do malezas ocultan
El nombre suyo:
jAdiós, bosques natales!
Su tumba os queda:
Llevo sólo un sarmiento
De su maleza
Para que cubra,
Si muero en tierra estraña ,
También mi tumba.