Tuvo valor para arrostrar la muerte;
No fue para vivir bastante fuerte.
Al fin de la batalla, agonizante
Sobre el caballo muerto
Lo encontré en la ribera,
Rota la espada que empuñó triunfante,
Tinta en sangre a sus pies nuestra bandera.
La cabeza en mi pecho reclinada,
Un último destello
Del alma iluminó su rostro bello:
Trémulo el labio, incierta la mirada,
Dijo al asirse, ahogándose, a mi cuello:
'¡Ingratitud!... Mentía...
Que la perdono d i . . . Ya nunca mía...' .