Jorge Isaacs


Insomnia

¡Lóbrega y muda noche! Ni un acento
De amantes labios y de voz amada
Que turbe el doloroso pensamiento;
De caros seres ¡ay!... ¡ni una mirada!
¿Quién mullirá mi lecho duro y frío
Con tu. filial y cariñoso celo,
Hija del corazón, dulce ángel mío,
Fuerza del alma y fe, bondad del cielo?
Cuando trasmonta el sol, busca reposo
El pobre labrador, y en las rodillas
Aduerme a sus hijuelos amoroso,
EnseñandoJes cánticas sencillas.
¡Afortunado él! Nunca viajero,
Las auras respiró de otras montañas,
Y divisa en contorno, placentero,
Maizal frondoso y amarillas cañas:
A su redor la prole juguetea
Y a Dios bendice al despuntar el día;
Húmedo el techo de la choza humea,
Y es todo paz y aromas y alegría.
¿Qué para él, feliz, envidias, fama,
Los vencidos y vanos vencedores,
Si junta en sus abrazos lo que ama
Y espera en Dios... el Dios de sus mayores?
Voces del alma en el silencio escucho:
'La senda oscura de la dicha escoge;
Por el amor de los que te aman lucho;
La oscuridad feliz no te sonroje'.
'Tú, siervo del deber y de la gloria,
Menesteroso rey, tus sueños dime;
¡Recomienda otro canto a la memoria
Del avaro señor, delira y gime!'.

¡Sin descanso velar! ¡Verter la vida,
El alma toda en el fugace pliego
Que anhelosa recibe y conmovida
La multitud a quien deslumhra un ciego!
En la mente y en torno, el infinito;
Sólo enigma pequeño y triste, el hombre,
De algún soñado edén ora proscrito,
O ansiando, loco ya, dichas sin nombre.
Es el poeta redentor de un mundo;
De sangre, tigre-rey, harto y sediento;
Crótalo allá del cenagal inmundo,
Y en las cimas fulgor del pensamiento.
Lucrecia, o pestilente Mesalina;
Esposa mártir; la de Job, atea:
Felicidad o abismo que fascina;
De siervos madre, o madre macabea.
¿Del bien y el mal creación, o del acaso?...
A veces bienhechor, verdugo a veces:
Siembra virtud y amor allí a su paso,
Aquí emponzoña del dolor las heces.
¿El acaso? ¿La fuerza y la materia?
¿'Y antes, antes de todo cuanto existe?...
¡Oh! ¡yérguete soberbio en tu miseria,
Tú que a Satán rebelde concebiste!

¡La Patria! gloria, fe... Quizá insania,
Lucha, pavor del infusorio humano,
Que tras luengo vivir de un solo día,
Vuelve a ser lo que fue, —de polvo un grano.
Habitantes de globo diminuto,
Reyes altivos de átomo impalpable
En la mano de Dios... ¡y enfermo fruto
Se llaman de un poder inmensurable!
¿Hondos océanos?... Gotas de rocío
Que leve insecto al revolar agita;
La pampa, cumbre ayer; salvaje río
Que vuelca escombros de ciudad maldita...
Hoy las cuencas de mares desecados
Campiñas son en montes eminentes,
Y en los abismos yacen sepultados
Decrépitos e ignotos continentes.
¿De dónde vienes tú, fiera parlante,
Antropomorfo de cerviz erguida,
En las selvas cruel, libre y errante,
Lascivo genitor en tu manida?
No has aprendido aún de los castores
A formar el granero y la vivienda,
Ni él sabe de tus lides los horrores,
y los boscajes son tu hogar y tienda.
¿Cómo ascendiste, bruto, a las ciudades
Do lo selecto de tu especie mora?
¿Por qué al través de innúmeras edades
Libertad sueña y la perdida llora?
Dos mil centurias hace que su asilo
Fueron los antros y selvosa vega;
Y como Buda, Salomón y Esquilo
Pudo llegar a ser... su origen niega.
Y después de los siglos sin medida,
¿A dónde irá en descenso o ascendente?
¿En esta zona, luz, calor y vida
Buscará el hombre mísero y doliente?...
¡En vano! Extinto el sol, por vez postrera
Lívida luz bañó cumbres del mundo,
Y muerto... helado, sigue su carrera
De una noche sin fin en lo profundo...
La inmensidad del tiempo y lo pequeño
De tu existencia, ¡pensador gusano!,
De tu vida de instantes no eres dueño
¡Y te dices del orbe soberano!
¡Álzate, gusanillo luminoso,
De tu Creador imagen!... La tiniebla
Explora, vence, cruza victorioso
Sobre la hojilla que tu enjambre puebla.
Basta, mimado trovador: de flores
Tendrás diademas en la tumba fría.
Duerme con tus delirios y dolores;
Descansa, esclavo, que se acerca el día.
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