Jorge Isaacs


Después de la victoria

Con albas ropas, lívida, impalpable,
en alta noche se acercó a mi lecho:
estremecido, la esperé en los brazos;
inmóvil, sorda, me miró en silencio.

Hirióme su mirada negra y fría...
sentí en la frente como helado aliento;
y las manos de mármol en mis sienes,
a los míos juntó sus labios yertos.
II

La hoguera del vivac agonizante:
olor de sangre... Fatigados duermen:
infla las lonas de la tienda el viento:
de centinelas, voces a los lejos...

¡Largo vivir!... La gloria!... ¿Quién laureles
y caricias tendrá para mí en premio?
¿Gloria sin ti?... ¡Dichosos los que yacen
en la llanura ensangrentada muertos!
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