Vednos salvar las azuladas cumbres
Que de oro tiñe al ocultarse el sol,
Rasgando el leve pabellón de nubes
Que la senda de Willianson veló.
Eso que veis en la erizada sierra
Como una cinta de nevados, es
La recta fila de las blancas tiendas
Que ya mañana dejaréis de ver.
Mora bajo ellas el caucano pueblo:
Sus odios a! templarlas olvidó,
Partiendo el pan los que enemigos fueron,
Alzando juntos su plegaria a Dios.
Venid a presenciar nuestro combate;
No hay lamentos ni lágrimas tras el:
De nuestras hachas al cortar, se abaten,
Las selvas y os saludan al caer;
Y vemos en las tardes, como vieron
Las indígenas tribus al huir
Del ibero cruel, los campos bellos
Del Cauca y sus celajes de zafir.
Hacia el Oriente la nativa tierra
Queda con lo que adora el corazón,
Mas al ponerse de Colón la estrella
Nos enseña la mar con su arrebol.
¡Al mar! ¡al mar! Salpique nuestras lonas
Con sus espumas. ¡A la mar!... ¡Oíd!
Ya con sus vientos nuestro campo azota,
Sus voces ya resuenan hasta aquí.
Erízase impaciente su melena
De nuestros campos esperando el pan;
Del viejo mundo a nuestras costas llegan
Por él las naves oro a derramar.
¡Vamos allá! nuestras quemadas frentes,
En sus ondas bellísimas a ungir,
Y ancianos contarán mis montañeces
Cuánto valióles el llegar allí.
Vamos. No son tan sólo nuestros Andes
Lo que hizo digno de sus manos Dios;
Hay algo más sublime, algo más grande
Que aun tiembla bajo el brazo que le crió:
Algo que sabe remedar las iras,
El ceño y los acentos de Jehová;
Que antes de verlo el hombre no imagina
Y enmudece al hallarlo; eso es el mar.
Vamos a ver sus horizontes de oro,
Su inmensa alfombra de espumante azul,
Cuando refleja en su tranquilo fondo
De la luna naciente la alba luz.
Vamos a ver sus tempestuosas noches,
Cuando tan sólo el pálido fulgor
Del rayo alumbra sus hirvienr.es moles
Ante las cuales huye el aquilón...
¡Al mar! ¡al mar! Salpique nuestras lonas
Con sus espumas. ¡A la mar!... ¡Oíd!
Ya con sus vientos nuestro campo azota,
Sus voces ya resuenan hasta aquí.
Campamento del Bernal