Si estuvieras aquí, cerca del lecho
Donde el dolor implacable me tortura,
Cuántas angustias de mi amante pecho
Calmaran tus caricias y ternuras!
De la desgracia el huracán deshecho
Combate sin cesar nuestra ventura,
Y es ya este grande corazón estrecho
Para la hiél que en su infortunio apura.
Cúmplase así la voluntad divina
Del que les dio a tus labios virginales,
Mi dulce y adorada Clementina,
Trinos de los sinsontes y turpiales;
Del que puso en tus ojos hechiceros
Arrobadora luz de sus luceros.