Mi alma vuela hacia ti; la tarde muere;
La soledad adormecida alienta;
Tras de esas cumbres que la noche enluta
El Cauca baña tu nativa tierra
Inmóvil y de pie, siguen tus ojos
Del Sol que hundióse la apagada huella.
Por tu memoria los hermosos días
Entonces pasan de tu edad primera;
Hermosa edad que recorrimos juntos,
De besos maternales e inocencia:
Ves las campiñas del paterno campo,
Y el aroma respiras de sus selvas:
De tu labor regresas fatigado,
Y en el dintel de nuestra casa esperan
La dulce madre, los alegres niños,
El noble padre y las hermanas tiernas...
Ese lloro deten: Dios lo ha querido:
Los brazos que juntaron las cabezas
De ese grupo feliz, heló la muerte...
Sobre una roca o la caliente arena
Hoy las quemadas frentes reclinamos:
Roto el junco del haz, la espiga vuela;
Mas fecunda es doquier cuando la abona
Prudente labrador: ¡ora y espera!
De tu primer amor; si así tan bella
Tornas a ver la niña enamorada
Que engalanó tu ardiente adolescencia. . .
Infiel a su pesar; y oyes su acento
Que tímido murmura esa promesa,
Falta un verso.
A tu alma grata cual su voz doliente
A los sentidos es; si el Zabaletas
Imaginas oír, tal cual solloza
En saltos destrenzado por sus vegas;
Si pobre y fatigado de tu vida
La soledad entonces te amedrenta,
No, no desmayes: tras el sol que abrasa
Viene la tarde de perfume llena;
Y más allá del arenal sin fuentes,
Cuyos reflejos al viandante ciegan;
Bajo ese azul lejano y desleído
Que huir parece cuanto más te acercas,
Hay sombras, auras y silvestres flores;
Y de ese edén de tu esperanza reina
Será la esposa enamorada y pura
Con que en tus noches para alivio sueñas:
Un ángel de esos que a la tierra envía
Dios en premio de fe: ¡ora y espera!