I
Te vi, mi corazón de niño
Con un delirio virginal y santo.
¡Yo era tan joven y te amaba tanto...
Que fue mi pecho para ti un altar!
Con tu desdén o con tu amor soñando
En mis horas de pena o de alegría,
Por mi mejilla juvenil sentía
Silenciosa una lágrima rodar.
II
Fuiste la luz de mi primer mañana,
Fuiste el objeto de mi amor primero,
El bendecido y mágico lucero
Que alumbró la ilusión de mi niñez.
Y desde entonces sin cesar sentía
Al palpitar mi corazón amante,
Por mi marchito y pálido semblante,
Deslizarse esa lágrima otra vez.
III
En el delirio de mi amor ardiente,
En tu hermosura o tu candor veía
Del cristiano a la cándida María,
Del musulmán la voluptuosa Hurí.
Y delirante y ciego quise entonces
Arrojarme a tus plantas y adorarte,
Mas sólo pude en mi ansiedad mostrarte
Que rodaba una lágrima por ti.
IV
Pero después tu corazón de ángel
Contra mi pecho palpito inocente,
Y con su fuego se tiñó tu frente
Del suavísimo velo del pudor.
Y al beber el amor en tu mirada
Y con el fuego de tus labios rojos,
Sentí brotar de mis ardientes ojos
Una quemante lágrima de amor.
V
Todo pasó. Tu nombre solamente
Como un vago recuerdo me ha quedado
Y el fuego abrasador, casi apagado,
De mí ardiente, extraviada juventud.
Y hoy otra vez al ensayar mis cantos
Vertí al recuerdo de tan bella historia
Una lágrima ardiente a tu memoria
Que humedeció las cuerdas del laúd.