Gregorio Gutiér González


Tu Ramillete

A LA SEÑORITA A.T.

Las flores y los perfumes son lo que
con mayor poder atrae los recuerdos.

LA DUQUESA DE ABRANTES.

I
Hermosa, hay un recuerdo cuyo eco misterioso
Despierta al perezoso, dormido corazón;
Recuerdo que acompaña al triste que suspira
Y arranca de su lira desfallecido son.

¿Quién no tendrá el recuerdo
De alguna triste historia,
De ya pasada gloria,
De ya olvidado amor...?
Yo tengo ese recuerdo,
Y tú lo has evocado
Con sólo el adorado
Lenguaje de una flor.

En vano los pintores apuran sus paletas
Y en vano los poetas modulan su laúd,
Pues nunca a aquella historia podrán dar los colores,
Que sólo con las flores, señora, le das tú

Tu bello ramillete,
Historia es de la vida,
La risa confundida
Se ve con el pesar...
Pintaste la existencia
Variada, sin concierto:
Se ve la flor de muerto
Unida al azahar.

De risas y de llanto emblema son las flores,
Pues brindan sus olores al fúnebre ataúd,
Y halagan con su aroma, en éxtasis gozosos,
Los sueños voluptuosos de alegre juventud.

II

Pintar supiste con tus bellas flores
Las desventuras de un amor ideal;
Una bella esquivando los amores
Que le ofrecía su infeliz galán...

Le diste encantos a la ingrata hermosa
Y la cercaste de atractivos mil;
Gracias le dio la purpurina rosa,
Y hermosura y modestia el alelí.

La azucena su cándida inocencia
Velada por su altiva majestad,
La flor de fresa con su pura esencia
Simbolizó su angelical bondad.

De paraíso bella flor buscaste
Para adornar su encantadora sien;
Que esa beldad que sin igual formaste
Daba un recuerdo del perdido Edén.

Mas no supiste, entre su pecho helado,
Colocar un amante corazón,
Porque nos dice que jamás ha amado
De rosa blanca el juvenil botón.

________

Pero el amante... al infeliz amante
Consuelo alguno ni una flor le dio;
Sólo le diste una alma delirante
Y un corazón que palpitó de amor.

Has referido lo afectuoso y tierno
De los delirio de su amor y fe,
Un clavel le inspiró su amor eterno,
Y un amor desesperado otro clavel.
La margarita le sirvió al cuitado
Para decirle a su beldad ¿me amáis?
Y el clavel blanco y el clavel rosado,
Yo te prefiero, tú eres mi deidad.

Alguna vez, en sus alegres sueños,
En el romero el infeliz pensó,
Necio juzgando que los días risueños,
Que han de venir, alumbrarían su unión.

Mas sólo vio que vegetaba al lado
La flor de muerto emblema de aflicción,
Y le mostraba su sepulcro helado
El sauce melancólico y llorón.

Su lira entonces arrojó: el tesoro
Que al desgraciado la amargura da;
Pero empapadas en constante lloro
Sus cuerdas, flojas, no resuenan ya.

III

Yo tengo ese recuerdo y tú lo has evocado
Con sólo el adorado lenguaje de una flor:
Tu bello ramillete me trajo a la memoria
La ya olvidada historia del ya olvidado amor.

Perdona si con quejas
De mi contraria estrella
Osé turbar ¡oh bella!
Tus horas de placer.
Perdona, mas no puede
Mi destemplada lira
Del pecho que suspira
Borrar el padecer.
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