Ha pocos días quejábame
De que no hallaba qué hacer
En Medellín por las noches
Desde las siete a las diez;
Ni un baile, ni una tertulia,
Ni nada que entretener
Cuando me dijo Javier;
En estos días Sañudo
Ha establecido un Hotel
En donde puedes pasar
Horas enteras muy bien.
Allí juegan dominó,
Juegan tresillo, ajedrez;
Hay buena conversación;
Periódicos que leer;
Allí dan brandy, cerveza;
Hay vinos, dulces, café...
Es buen establecimiento,
¿Por qué no asistes a él?
Pues, señor, con tal noticia
Al fin me determiné.
Tomé mi capa al momento
Y entré en el club a las seis.
Tres personas que salían
En el zaguán me encontré:
-¡Qué tal si no meto el basto!
Decía uno de los tres.
-¡Y si no das el arrastre!
-¡Qué solo el que me llevé...!
Me dirigí al comedor;
Allí tomando beef-steak
Estaban varias personas,
Y hablando a más no poder,
Yo perdí este solo de oros,
El más grande que se ve:
Seis de cuatro matadores,
Rey de copas, cuatro y tres;
Por consiguiente, dos fallas...
-¡Pero, hombre, no puede ser!
¿Lo perdiste...? –Lo perdí.
-¿Por mal jugado?- ¡Tal vez!
Me recomieron los triunfos
Que en las dos fallas jugué,
Me asentaron los chiquitos
Y me fallaron el rey.
-¡Amigo! ¿Qué te parece
La polla que me saqué?
Eché vuelta con la espalda,
Me salió de espadas seis;
Con tres de espada fui al robo,
Ni un solo triunfo robé;
Sin un rey, sin una falla,
Y sin embargo has de ver,
Me la he llevado por cuatro...
¡Tan mala y no la chillé...!
De allí pasé a los salones;
Había en un canapé
Sentadas varias personas
Que hablaban casi a una vez
-¡Perdí esta polla de espadas:
Espada, malilla y rey,
Caballo, sota, otro triunfo,
Un rey y una falla! -¡A ver!
¿Pero cómo? –De codillo.
-¡Era muy grande...! ¡Ya ves!
-No; pero nadie ha perdido
La polla que perdí ayer:
Tres matadoras con copas
Y la tercia... robé tres...
-¡Fuiste a robar siendo solo!
-¡Si, hombre! ¡y lo que robé!
Un orito, una copita
Y a pateperro. –Pero es
Que tan sólo renunciando
Esa puede perder...
-Pues así me sucedió,
Robé mal y renuncié.
Cansado ya de escuchar
Sin una jota entender,
Fui a ver los jugadores
Sentados de tres en tres.
-Habla la mano.- Paso.- Juego.
-Bien puede; diga de qué.
-De las bravas. ¿Quiere espadas?
-Dan espadas, robe usted.
-La mano juega. El rey de oros.
-Tengo oros,- Y yo también.
-Bastos, tengo. No metí.
¡Siempre está fallo ese rey!
-Un arrastre nunca es malo.
¿Sirvieron todos? A ver...
¿Cuántos triunfos han salido?
-Salieron... tres y tres... seis...
A ver su baza. Aquí hay uno.
-Seis y uno... siete... y tres, diez.
-Uno de éstos para el basto.
-¡No se podía perder!
-¿De qué entró? ¿Cuánto se debe?
-Cinco reales.- Tome usted.
-Un fuerte por cinco reales.
-Cinco reales.- Muy bien.
Me separé de esta mesa
Y a otra mesa me acerqué.
Allí exclamaban: ¡pero hombre!
¿Porqué no quiso volver
Esas espadas, sabiendo
Que estoy fallo? –Lo mismo es,
Si el señor juega su basto,
Mejor, se lo dejo hacer,
Los embazo, y en seguida
Con sota y rey me hago pie
-No hay remedio, tijereta
Para el caballo de usted.
En otra mesa decían:
-Cinco, entrada; vuelta, seis;
Tres matadores, son nueve;
Primeras, diez; dan de a diez.
Y en otra: ¡Si yo he podido
Agachármele a su tres!
-¡No, señor, con un triunfito
De los míos que eche usted...!
-¡O que usted vuelva a sus bastos!
-O que no vuelva oros él...
-Es puesta...- Le doy codillo...
-¡Si eras más grande!- Da, Andrés.
Y mareado, aturdido
No pudiendo comprender
Ni el juego, no las palabras,
Y maldiciendo a Javier,
Salí a la calle al momento,
Llegué a casa y me acosté;
Pero apena me dormí
Soñé que estaba en Babel.