¿Quién al recuerdo de la infancia tierna
Un ¡ay! profundo que a su pesar no exhala?
¿Quién hay que olvide las pueriles dichas
De que entonces viviendo disfrutaba?
¿Quién no ha sentido el amoroso beso
Que en sus mejillas una madre estampa,
Y entre los juegos de la edad primera
De un tierno padre las caricias blandas?
¿Quién ha olvidado las felices horas
Que en bullicio del hogar pasaba,
Con sus hermanos entre gozo y risa
En inocente, angélica ignorancia?
¿Quién no ha visto, al correr por el sendero
Que mentida ilusión le dibujaba,
Desprenderse de su alma fugitivos
Una ilusión, un goce, una esperanza?
¿Quién no detiene su carrera entonces
Y lo que hoy es a lo que fue compara,
La triste realidad que siente ahora,
Con los ensueños de la edad pasada?
Es ahora una planta que marchita
Inclina su cabeza deshojada
Al impulso del cierzo, que sañudo
La troncha, la consume y despedaza.
Era entonces pimpollo que naciente
Henchido de fervor la frente alzaba,
Envuelta en el aljófar cristalino
Que brillante le diera la mañana.
Yo era niño; en mi frente ruborosa
Retozaban las risas y las gracias,
La gala de natura ante mi vista
Un edén venturoso dibujaba.
El pabellón azul del firmamento,
El risco, la llanura, la montaña,
Y la tierra y el celo eran mi gloria,
Y hecho todo ello para mí juzgaba.
De mi madre en el seno adormecido
¿Qué turbaba mi sueño? Atenta y cauta
Velaba ella por mí como el Eterno
A sus criaturas bondadoso guarda.
¡Ah! Cuántas veces rebosando en gozo
Mis brazos enlazaban su garganta!
¡Cuántas mi propia vida la creía
Cuando el labio materno en mí posaba!
¡Entonces su existencia y mi existencia
Una, una sola entre las dos formaban!
¡Siempre, buen Dios, unidos hijo y madre
Un mismo cuerpo son, una misma alma!
¡Son un soplo divino de tu esencia,
Son la obra por ti mejor formada!
¡Son dos suspiros de inocentes pechos
Que nacen juntos y entre sí enlazan...!
En el regazo de su madre, un hijo
Es de una virgen pudorosa lágrima,
Un pensamiento que el querub anida,
¡Piadosa ofrenda que en el altar colgada...!
Aún paréceme ver los viejos troncos,
De cardos llenos y de añosas ramas,
De árboles respetados por el tiempo
Que al hogar paternal vecinos se hallan;
A los cuales trepaba dando voces
De infantil regocijo y arrogancia
Y a cuya sombra en la caliente siesta
Mis horas de solaz se deslizaban.
¡Salve, oh ancianos hijos de la selva!
¡Salve, oh amigos de mi edad temprana!
¡Vuestro mustio follaje es hoy mi dicha,
Es cada hoja una ilusión colgada!
Paréceme mirar al bosquecillo,
El huerto, la colina, la cascada,
Objetos todos de mi dicha entonces,
E imagen hoy que me atormenta el alma.
Paréceme mirar en la llanura
Las ovejas balar, triscar las cabras,
Y perderse corriendo el cervatillo
Por entre helechos y pajizas cañas.
Paréceme mirar... Aparta ¡oh cielo!
Mi pensamiento de mi patria cara
Y de mi tierna edad, que a pesar mío,
Tales recuerdos lágrimas me arrancan.
II
Si por ventura una vez
En el porvenir pensaba,
La vida toda juzgaba
No interrumpida niñez.
Pensaba yo, en la demencia
De mi niñez, el placer
Ver con los años crecer,
Y ansiaba la adolescencia.
Juzgaba ¡necio! A los años
Precursores de ventura;
Pero ¡ah! que sólo amargura
Nos prestan, y desengaños!
Viví en un mundo aparente
Fantástico, engañador
En un mundo seductor
En donde el mal no se siente.
Viví en un sueño profundo
De mi infancia en la ribera:
Su perfumada pradera
Era mi gloria y mi mundo.
Pero, niño juguetón,
Retozando por la arena,
Descubrí mansa y serena
De los mares la extensión;
Y en vez de darme terror
Su ondulación y porfía
Lo juzgó mi fantasía
Un mundo nuevo y mejor.
Me alucinó el arrebol
De sus aguas cristalinas,
Que en ráfagas purpurinas
Dibuja rielando el sol.
Creí que cual era inmenso
El mar, así lo sería
La dicha que en él había,
Y el placer así de extenso.
III
Las velas de oro desplegando al viento
De mi flotante y tímido bajel,
Partí en la mar, henchido de contento
¡Necio! entregando mi existencia en él.
Al alejarme de la playa hermosa
Donde a la vida y al placer nací,
Cual sombra opaca en niebla vagarosa
La dicha todo oscurecerse vi.
Transcurrió mi existencia hasta esa hora
Envuelta en nieblas cual naciente sol
Que el velo purpurado de la aurora
Al sacudir, envuelve un arrebol.
Empero sigue el astro esplendoroso
La senda inmensa que ha de recorrer,
Y el partir en su carro vaporoso
Ve tras sí su aureola deshacer.
________
¿Dónde están las poéticas visiones,
Del ansia de saber el noble afán?
De gloria y de valor ¿do los blasones
De la anhelada adolescencia están?
¿Dónde están el orgullo y tanta empresa
De la edad juvenil...? ¿Dónde su ardor?
Sólo indeleble en mi memoria pesa
El sentimiento de filial amor.
En vano arrastro una existencia oscura,
En vano hace la suerte sobre mí
Sentir el peso de su mano dura,
Pues siempre ¡oh madre! te conservo aquí,
Aquí grabada en mi amoroso pecho
Tu cara imagen para siempre está,
Aunque hoy, remoto del nativo techo,
Mi pie a la tumba presuroso va.