Gregorio Gutiér González


La Desgracia

¡Yo te conozco, maga engañadora,
Porque tu imperio hasta mi vida alcanza,
Tú, que empiezas do acaba la esperanza,
Y mueres de la tumba en el dintel
Con anchos pliegues tu luctuoso velo
Al mundo cubre, ¡maga omnipotente!
Tú tienes un altar en cada frente,
Y cada corazón es tu dosel.

Tú eres, desgracia, el maldecido arcángel
Que con el roce de su negro manto
Hace temblar el corazón de espanto
Del que delira entre ilusión y amor;
El que los sueños de ventura envía
Al infeliz cuyo dolor formaste,
Para decirle al despertar: ¡soñaste!
Y dejarle sumido en su dolor.

Tú eres el genio que invisible vaga
En el salón de crápula y orgía,
El que exalta la necia fantasía
Del tumulto, diciéndole: ¡gozad!
Para mostrarle al que se embriaga, luego
El indefenso pecho de su hermano,
Y con su seca y descarnada mano
Darle un puñal, diciéndole: ¡matad!

Tú eres el genio que al infante vela
Desde que duerme en la inocente cuna,
Para matar solícito una a una
Las ilusiones que al soñar creó.
Compañera del hombre, tú enloqueces
Su pobre corazón con la esperanza,
Y le muestras la dicha en lontananza
Para decirle al acercarse: ¡huyó!

Tú haces correr por los marchitos ojos
De los inmortales el copioso llanto;
No hay uno solo que el letal quebranto
No haya sentido como yo sentí.
¡Quién no ha tenido que exhalar quejoso
Algún suspiro del doliente pecho?
¿Por qué rostro feliz correr no has hecho
Arrancad una lágrima por ti?

¡Ay! Infeliz del que te encuentre, ¡oh maga!
En el delirio que forjó de amores;
Porque el aliento de las bellas flores
Unes tu aliento de ponzoña y hiel;
Pues te conozco, maga engañadora,
Porque tu imperio hasta mi vida alcanza
Tú naciste do ha muerto mi esperanza,
Y vendrás de mi tumba hasta el dintel.
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