Mas, prescindiendo de esto, no te adulo
En decir que al ser médico haces mal.
Yo debo ser muy malo cuando dudo
Si hacer bien es virtud o es necedad.
Me duele mucho la dolencia ajena,
Tanto, como si fuera... iba a mentir.
Pero, en fin, compadezco a los que penan
Porque algo tienen semejante a mí.
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Yo les tuviera lástima a los médicos
Si yo fuera capaz de compasión:
Sacerdotes llamados a los duelos,
Pero a las fiestas y a las risas, no.
Y si no ¿no es verdad que tú si sabes
Cuántas penas encierra Medellín,
Y el diluvio de lágrimas que cae
No es cierto, dime, que te moja a ti?
Pero debes estar desheredado
De los convites en que el goce esté
Porque él solo y envuelto va pasando
En su mano egoísta, y no te ve.
No verás al fulgor de las bujías
Que iluminan espléndido salón,
Cavernosas miradas, ni sonrisas:
¡Médico para qué, si no hay dolor!
Pero si te hallarás en una alcoba,
A la luz vacilante de un candil,
Pretendiendo amenguar esa congoja
Del que al verse morir llámate allí.
Todo enfermo se muere: esa es la regla;
En contra de ella, ¿tienes objeción?
No; mas no importa, responsable queda
El médico que asiste al que murió.
Mas, si recobra la salud, ¡milagro!
San Zutano bendito que nos dio
Una prueba palpable, que aun luchando
Contra médico y todo, lo salvó.
Y esa clientela, raza abominable
Que sin tregua te acecha y sin cesar,
Que a todas horas como sombra cae
¿Te da lástima, o risa, o que te da?
Quién te consulta para mal de nervios,
Que nunca tuvo ni podrá sufrir;
Quién va por distraer su propio tedio
A hacerte bostezar y a estarse allí.
¡Oh! ¡Que no se convenzan en el mundo
Que el que en su casa está quiere allí estar,
Y que saldría para ver a alguno
Si no fuera mejor su soledad!
Y esa turba de necios que te asalta
Ya curiosos, ya enfermos ¿qué te dan?
Si el que puede pagar tampoco paga,
¿Esperas gratitud?... Lástima da.
Hay otros, como yo, que a hablar de nervios
Por tu desgracia a tu despacho van,
Pero ya que con nervios me tropiezo
Déjame, pues, a mi sabor hablar.
¿Por qué los hombres no sufrimos todos,
Como debiera ser, de un modo igual?
¿No son hombres los hombres que son gordos?
¿O son ranas los flacos, y no más?
¿Está el mal en el alma? ¿Está en las fibras?
Eso que llaman nervios, di, ¿qué es?
¿Son cuerdas nada mas que martirizan,
O alguna nota guardan al placer?
Esa red de dolores que ha encerrado
Al organismo en su menguado ser
Cual la túnica ardiente del Centauro,
¿Qué es eso?- Sensación.- Y, eso ¿qué es?
¿Por qué, dime, palpita en cada dedo
Una vida, un dolor, un corazón?
¿Por qué...? Muéstrame tú desnudo un cuerpo,
Que el alma voy a desnudarla yo.
Dios al formar al hombre, en los legados
Que con su santa mano le donó,
Le dijo: sólo en el trabajo
Hallarás un calmante a tu dolor.
Pero de dolo nadie lo ha acusado,
Porque bien claro nos lo dijo El:
“Trabajo es trabajar; pero el trabajo
Es lo sólo que cumple con mi ley”.
Y eso es verdad, Manuel, porque una gota
Que ruede en nuestras sienes, de sudor,
Condensa más tormentos en sí sola
Que los que nadie en su crueldad forjó.
Que en él, en el trabajo, está la dicha.
Y sólo trabajando se halla paz;
Pues bendigamos la bondad divina,
Que a trueque de un dolor consuelo da.
Se halla satisfacción, se halla un alivio,
Nada más que al cumplir con un deber;
Y el santo goce del deber cumplido
Yo sé que lo conoces tú muy bien.
Empero, ¿a dónde voy? Las digresiones
Me arrastran sin cesar lejos de mí;
Divagar es soñar: buen entonces,
Porque soñar, Manuel, es no vivir...
Si dejan ver las carnes estrujadas,
Los harapos ¿no es cierto que hacen mal?
Sólo debe mostrarse lo que es llaga:
¿No puedes, dime, el esternón cortar?
Hazlo en cualquier viviente como lo haces
Allá en tu maniquí; pero en cartón
Su huella no ha trazado la desgracia:
Hazlo en un corazón, ¡hazlo, por Dios!
Y si no, vamos juntos, yo te muestro
Algo más doloroso que el dolor,
Escucha con paciencia y yo te cuento
Una historia de un Carlos que murió.
Mas, no imagines tú que yo soy Carlos,
No me retrato como Jorge Isaacs,
Ni soy tan animal como Lord Byron
Cuando dijo: soy Harold, soy Don Juan.