Gregorio Gutiér González


En El Album

Era una tarde... al pie de tus ventanas
y al través de la espesa celosía,
Llegó a mí cual torrente de armonía
El eco de una voz angelical...
Y era bello ese canto como es bello
El lejano murmullo de la fuente;
Como el vago susurro del ambiente,
Como el canto expresivo del turpial.
Supe tu nombre, y supe que era tuyo
Ese acento flexible y amoroso;
Mas no pude mirar tu rostro hermoso,
Tu noble porte, tu ademán gentil.
Pues solo oí tu voz encantadora
Unida al eco del sonoro piano,
Al recorrer tu ejercitada mano
Su teclado de ébano y marfil.
Un año pasó... y hora tras hora
El recuerdo constante de tu canto,
De un vago, dulce, indefinible encanto,
Mi ya gastado corazón cubrió...
Te he mirado por fin... y la inocencia,
Que brilla en torno de tu hermosa frente
De admiración y de entusiasmo ardiente
Mi ya gastado corazón llenó.

Entonces quise de mi pobre lira
Arrancar un sonido... ¡pero en vano!
Que el recio aplauso de mi torpe mano
Nunca a tus plantas osará subir.
¿Qué ofrenda digna de ocupar sería
En tu elogio, esta página preciosa?
Si eres pura y feliz si eres hermosa,
¿Qué te puedo ofrecer...? ¿qué he de decir...?
Pobre de ingenio y falto de esperanzas
Ya considero mi único tesoro
¡triste de mí, las ilusiones de oro
Que forjara mi cándida niñez...!
¡Oh! ¡y si pudiera convertir en rosas
Ese tesoro de mi edad perdida
Lo arrojara en la senda de tu vida
Para alfombra y descanso de tus pies!
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