¡Qué feliz es la infancia! exclama el joven;
¡Qué bella y feliz la juventud!
En su edad ya madura dice el hombre;
¿Pero la dicha en dónde
Se ocultaba cual hoy se oculta aún?
¡Oh! Ni el niño, ni el joven, ni el anciano
Pueden nunca decir: yo soy feliz;
Al mirar esos tiempos que han pasado
Creemos engañados,
Que la ventura se ha quedado allí.
Y es mentira: sofisma es el recuerdo
Cuando engalanan el tiempo que pasó.
¿La esperanza?... sofisma, aunque sea bello,
Que nos forja el anhelo...
Y anhelamos... ¿y viene, qué?- el dolor.
Recuerdo y esperanza, aunque mentiras,
Algún consuelo a nuestras penas dan,
Que engañarse a sí mismo es sentir dicha,
Pues siempre suprimida
Otra mentira fue, felicidad.
Esperanza y recuerdo, pobre niño,
Vedados para ti siempre estarán;
No encontrarás en tu dolor alivio.
Si sientes un martirio,
Te ha dado el mundo lo que puede dar.
¡Oh! ¡el recuerdo! Arráncalo del alma.
Que con él, aunque fuerte, no podrás,
Porque es el mal menor que se te aguarda
Llegar a ser estatua,
Que es el castigo del que mira atrás.
Pero si miras, hallarás doliente
A una mártir sublime que te dio
Dos legados peores que la muerte:
La vida con su leche,
Y su mal incurable con su amor.
Y desprendido tú de sus entrañas
Otro legado más te dio al nacer,
Llevar como ella tan sensible el alma,
Herencia desgraciada
Que has recibido por tu mal también.
Y si miras, verás allá a tu madre
Desgarrarse entre angustias y morir;
En sus nervios, en su alma, en todas partes
Un verdugo constante
Teniendo encarnizado, la infeliz.
¡Oh! y la esperanza, aunque mentido sueño
Sea la duda, y la duda el torcedor,
No la tendrás aunque los hombres necios
La admitan cual consuelo;
Para ti la esperanza se acabó
Ya te ha cerrado el porvenir sus puertas;
Adelante jamás debes mirar,
Que lo mismo que atrás, una barrera
Estúpida se eleva.
¡Pobre Carlos! No mires más allá.
Si lo haces, verás lo que miraste
Al mirar hacia atrás tribulación;
Un tormento, un dolor en todas partes
Que sufrirás más tarde...
Si has de sufrir después, no sufras hoy.
Esa tu enfermedad es como el cáncer:
Lenta, inflexible, se le ve venir;
Tormentos y dolores sólo trae.
Mirándola delante
Sé que ni en sueños puedes ser feliz.
Y sufrirás horriblemente: horribles
Te aguardan los dolores de tu mal.
Pídele a Dios con fe que te reanime,
Con fe a su Madre pídele
Que te dé lo que saben ellos dar.
En tu círculo estrecho del presente
Retuércete muriendo y ojalá
Que conforme, aun muriendo nunca llegue
Tu lengua balbuciente
Una blasfemia a proferir jamás.
¡Yo también sufro tanto...! Mas no quiero
Tratándose de ti nombrarme yo;
Quisiera consolarte, más no puedo;
Que sepas, sí, pretendo
Que alguien hay a quien duele tu dolor;
Y que quiere que al mundo, que te ha dado
Lo que el mundo al que sufre siempre da,
Lo mires con desprecio. ¡Sufre, Carlos!
Y a Dios pídele en tanto
Que no te niegue lo que sabe dar.
El pasado, el presente y el futuro,
Todo se muestra descarnado a ti;
Mas si crees, ¡feliz fuera del mundo
Salvando aquellos muros,
Puedes tranquilo en tu dolor morir.
Que no importa que el alma torturada
Gima aquí, que gemir es su misión;
Sufre y la frente en tu dolor levanta,
Y de la fe en las alas
Elévate hacia Dios, sólo hacia Dios.