Gregorio Gutiér González


Al Diablo

Nadie te canta, rey de los infiernos,
No hay una lira que te dé su voz...
Es que el influjo de tu ser maldito
No puede al bardo dar inspiración,

Es que el poeta al ensayar sus trovas
Teme su canto profanado ver
Al pronunciar en sus endechas tristes
El nombre aborrecido de Luzbel.

Es que la mano trémula de espanto
No halla notas de luto en el laúd
Para cantar al maldecido arcángel
Que osó usurpar la omnipotente luz;

Pues sólo tú junto a tu Dios pudiste
Un crimen en el cielo concebir,
Y sólo tú con tu ambición inmensa
Quisiste ser el soberano allí.

Angel caído, por fundar tu imperio
Cogiste el cetro como rey del mal,
Y haciéndolo tu esclavo, le quitaste
Su vasta prole al infeliz Adán.

Tú en el Edén, de la velada fruta
Diste engañoso a la primer mujer...
Por ti Caín con tu fraticida mano
El pecho hirió del inocente Abel.

Ciega por ti la humanidad un tiempo,
Un templo y un altar te levantó,
Y bajo formas de infinitos dioses
Te adoraron los hombres como a Dios.

Pero cayó el aborrecido imperio
Que con tu influjo levantaste tú
Al alumbrar las lóbregas tinieblas
La humilde insignia de la Santa Cruz.

Y desde entonces tu poder oculto
Hace al cristiano corazón temblar,
Pues ve que incierto su destino eterno
Entre su Dios y tu poder está.

Aun en la infancia al inocente niño
Amedrenta tu mágico poder;
Y en medio de la noche, desvelado,
Cree que tu forma en las tinieblas ve;

En medio de sus castas oraciones
Tiembla la virgen al pensar en ti...
Y medrosa tu forma se presenta
Al criminal en su angustioso fin.

¡Pero no!..., que mi mano temblorosa
No halla notas de luto en el laúd
Para cantar al maldecido arcángel
Que osó usurpar la omnipotente luz...

¡Sufre sin fin la maldición eterna
Que tu delito mereció, Luzbel!
Mas no te miren mis marchitos ojos
En mi lecho de muerte aparecer.
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