Esqueleto, ¿qué has hecho de tu alma?
Antorcha, di, ¿tu luz en dónde está?
Lira rota, ¿tu son en dónde se halla,
Que ya muda no te oyen resonar?
Yerto unido olvidado en una rama,
¿Dónde está el ave que calor te dio?
Volcán, ¿qué has hecho de tu ardiente lava?
Esclavo, di ¿do se halla tu señor?
El alma, reina en medio de su corte,
Tu palacio magnífico habitó.
Su cortejo de luz, de gloria y flores
Tu castillo imperial vistió el amor.
Hoy eres un escombro. El vil lagarto
En vez del alma se aposenta en él;
Y reina en tu castillo, aunque usurpado,
Y ostenta allí su púrpura de rey.
¿Quién eras? ¿Eras una niña rubia,
Alegre, hermosa, tímida y feliz
Y que en la blonda cabellera suya
Más tímida una flor hizo lucir?
¿Eras acaso un gran señor alzado
Por la fortuna, la suprema ley,
Que contempló con júbilo insensato
La multitud que se postró a sus pies?
¿O eras un joven lleno de delirio
Que en el ardor de la primera edad
Se enamoraba de unos ojos lindos,
Negros o azules, que lo hacían temblar?
No se sabe. Los muertos son iguales.
La vida nos ofrece variedad,
Y sus formas son siempre inagotables;
La muerte tiene un molde, nada más.
Despojo repugnante, sucia casa
Que por ruinosa abandonaron ya;
Roto espejo del alma, en donde nada
Sin su dueño de puede reflejar.
El pasajero que lo ve sin nervios,
Sin arterias, sin ojos, sin hablar,
Sin labios y sin carne, tendrá miedo,
Y temblando por él preguntará:
“¿Y el hombre en dónde está?” Mas nada vale
Lo que pueda decir: pues aguardad,
Que vendrá a preguntar algo más tarde:
“¿Y el esqueleto ahora en dónde está?”
¡Vanidad, vanidad, dolor, miseria...!
Viendo viajeros permanece allí.
Sí, permanece, y sus miserias muestra
Al poderoso, al rico y al feliz.
El que así te ha exhibido pensó acaso
Que tus huesos hablaran; pero no...
Ya comprendo que ha escrito con un cráneo,
Y son sus firmas: -“vanidad, dolor”.
Se fue tu alma a la mansión eterna,
De puertas de oro y de camino azul,
Y allí en éxtasis santo te contempla
Desde el palacio de la eterna luz.
Y te mira, y ve al sol en su carrera,
Al firmamento en todo su esplendor,
Y en su mansión magnífica y espléndida
Al mirar a su Dios comprende a Dios.
Mas tú, nada, ceniza y polvo vano,
Aguarda el resonar de última voz...
Recibido el incienso, al incensario
Ya la volvió pedazos tu Señor.