Gregorio Gutiér González


¡A Nada!

¿Me preguntas Edelmira,
A que me supo esa pasta
Llamada por ti merengue?
Pues oye: me supo a nada.
A nada, muy formalmente
Te lo repito: esto basta.
El sabor es, Edelmira,
Cual la voz, cual la mirada,
Cual todo lo que sentimos
Y cuyo juez es el alma.
Y si no, dime, ¿qué dicen
Los pájaros cuando cantan?
¿Qué dicen cuando murmuran
En blancas guijas las aguas?
¿Qué dice la blanda brisa
Cuando tropieza en las ramas,
Y el fiero mar que se escucha
Cuando colérico brama?

¿Qué los truenos cuando rigen
Y entre las nubes estallan?
¿Qué los volcanes publican
Cuando vomitan su lava?
¿Qué se oye, di cuando suenan
repicando las campanas,
Y de un péndulo el latido,
Y el de un perro cuando ladra?
Dime, ¿no es cierto Edelmira,
Que brisas, rumores, auras,
Truenos, volcanes, sonidos,
Son mudos, no dicen nada?

¿No has visto tú algunos ojos
Que nos miran y que callan?
¡No has visto algunas sonrisas
Que entre dos hoyuelos vagan
O bajo naciente bozo
Furtivamente se escapan?
¿Qué dicen esas sonrisas,
Mudo lenguaje del alma
En el campo, a la oración
¿No has estado reclinada
Mirando pasar las nubes
Que en mil grupos se abrillantan,
Que se escarmenan, se apiñan,
Negras, plomizas o blancas,
Cuando el sol al esconderse
Débiles rayos les lanza?
Y allí mismo en esas horas
En el césped recostada
¿No oíste mugir los toros
No oíste bramar las vacas,
Y del caballo el relincho,
Y el balido de las cabras,
Currucutear las palomas,
Y el gallo cantar, si canta?
¿No oíste de las gallinas
La monótona algazara,
Cuando disputan un puesto
De un árbol entre las ramas,
Y susurrar las abejas
Cuando anhelantes enjambran,
Y a la torcaz que solloza
Cuando todo rumor calla?
Edelmira, di, Edelmira
Todo esto, ¿qué dice? Nada.

A nada, es decir, a todo,
Porque esta palabra vaga,
Como el maná del desierto
A cualquier gusto se adapta.
Se escucha lo que se quiere
Porque es fotógrafa el alma,
Y con su luz un deseo
Es realidad y resalta.
Y si no, dime Edelmira,
Cuando los pájaros cantan,
¿No te expresan lo que anhelas,
Lo mismo que oculto guardas?
Cuando las aguas murmuran,
¿No te responden en su habla
A una pregunta secreta
Que estás haciendo aunque callas,
Respuestas que a nadie pides,
Pero que confiada aguardas?
Y en las brisas apacibles
Cuando sacuden sus alas,
¿No escuchas en tus oídos
Los mil suspiros que pasan?

Nos forja la fantasía
Lo que la mente anhelara,
Y oímos lo que queremos
Si repican las campanas,
Si mugen fieros los toros,
Si braman tiernas las vacas,
Si melancólica arrulla
La paloma enamorada,
Si el relincho percibimos
Del alazán cuando escarba,
O el ladrido de los perros,
O el gallo criollo que canta,
La torcaz que se lamenta,
O las cabras cuando balan.

El mar, el volcán, el trueno
¿No te espantan cual te espanta
La realidad de un martirio
Que sus sonidos retrata?
En las nubes caprichosas,
Que tímidamente vagan,
¿No ves fantasmas, vestigios,
Demonios, ángeles, hadas,
De púrpura inmensos ríos,
De plomo negras montañas,
Formando así tu capricho
La figura deseada?
Las sonrisas dicen mucho,
Dicen más que las palabras,
Crepúsculo vespertino
O tinte róseo del alba,
Ya sean de ira o despecho,
Ya de amor o de esperanza.
Y los ojos, oh Edelmira,
El telégrafo del alma,
¿Cuántas cosas no nos cuentan
Con una sola mirada?
¡Oh! Cuán amarga las penas
Son en las horas calladas
De una noche de aflicción...
¡Tan lentas horas no acaban!
Y por eso los murmullos
Nos dicen cosas tan tristes,
Que mejor fuera ignorarlas.
Y si postrada en el lecho
Sientes la fiebre que mata,
¿No oyes que el péndulo imita
De la muerte las pisadas,
Cuando palpitando acordes
Tu sien y el péndulo marchan?
Que llegan a la almohada
Que el péndulo y las arterias
Compás acordado marcan,
A la sangre que circula
Y al tiempo fugaz que pasa.

En fin, sonidos, rumores
Sombras, sonrisas, miradas,
Volcanes, nubes y truenos
Dicen todo, o dicen nada.

Convengamos Edelmira,
En que no sabiendo a nada
Ese merengue exquisito,
Mil cosas ocultas guarda.
Yo al probarlo estaba viendo
Esas manos delicadas
De las graciosas criaturas
Que aéreas cosas amasan;
Creí que estaba leyendo
El interior de sus almas,
Y en su limpio fondo escritas
Sus ilusiones galanas.
Me supo, y me supo a mucho,
Porque no me supo a nada...
Y veía, sobretodo,
Que aquella bendita pasta,
Pasando antes por las tuyas,
Luego a mis manos llegaba;
Y pensando en ti leía
Lo que allá en tu pecho pasa,
Donde a leer he aprendido
Por tu voz y tu mirada.

Concluyamos, Edelmira,
¿A qué me supo esa pasta?
A lo mismo que estos versos:
Me supo a todo y a nada.
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