Vednos aquí con el fusil al brazo
Esperando el descanso o el alerta.
¿Queréis la paz? Se tornará en azadas
El hierro de las mismas bayonetas.
Pero no vaciléis, y cualquier cosa
Escoged sin demora: o paz o guerra;
Que ya pesa la lanza en nuestras manos
Y en nuestros hombros el fusil nos pesa.
¡No creáis que las puertas del Estado
Como otro tiempo encontraréis abiertas!
Iremos a escuchar cerca de Bosa
Si el eco del cañón como antes suena.
Aquí el clarín de Carolina se halla,
Y la orgullosa, altiva Cartagena
Puede escuchar al pie de sus murallas
La agreste diana de las bandas nuestras.
El grito de “¡a la carga!” de la Honda
Puede Pasto escuchar entre sus selvas.
A do quiera que vamos, la victoria
Nos seguirá como vasalla nuestra.
Pero venid, pero venid vosotros;
Poned un pie siquiera en la frontera,
Y encontraréis un pueblo de gigantes
Que sabrá altivo perecer por ella.
¡Será horrible la lucha! Anchos arroyos
De sangre hermana surcarán la tierra,
Y cenizas, cadáveres y escombros
Encontraréis si la victoria es vuestra.
Pero no lo será: Dios sólo puede
Daros el triunfo, y su justicia es cierta...
Y a más de Dios tenemos el derecho
Y nuestro honor y nuestra propia fuerza.
¿Y qué importan las lágrimas? ¿Qué importan
Los torrentes de sangre que se viertan?
¡Feliz lluvia de lágrimas y sangre,
Si el iris de la paz refleja en ella!
Pero si acaso Dios nos abandona,
Venid a contemplar ruinas inmensas;
Será el cielo de Antioquia nuestro palio,
Tumba gloriosa nuestra amada tierra.
Venid a colocar el epitafio...
La fosa es ancha, la veréis repleta;
Mas no hallaréis, lo juro, ni un amigo
Que no se encuentre sepultado en ella.