Gregorio Gutiér González


A Amelia

¿Con que también las extranjeras brisas
Prestan sus alas a mi humilde voz?
¿Con que hay también en apartados climas
Liras galantes cuyas cuerdas vibran
Y dulces brindan a mi nombre un son?

Y ese son inefable que se escucha
Es, Amelia, la voz de tu laúd,
Para pedir que inmortalice a Julia;
Y los haces de una vez con tal dulzura,
Que yo no alcanzo donde alcanzas tú.

Ya no puede tener mi acento brío;
Gasté todo... hasta el filo del dolor;
Ya ni el aspecto del pesar suspiro;
Odio y me cansa todo lo que es mío;
¡Es más que desaliento, es postración!
Pasó ya el tiempo de cantar a Julia;
Los cantos para ti pasaron ya;
Angustia sólo puede dar angustia;
Con el musgo arrancado de una tumba
¿Quién puede una cabeza coronar?

Antes siquiera en mi dolor soñaba
Con esperanzas, ilusiones, fe:
De mariposas encantadoras alas,
Que desaparecen cuando al aire vagan,
Fuegos fatuos que mueren al nacer.

Mas ya la realidad con su esqueleto
No hace vibrar las cuerdas del laúd...
Pasado y porvenir están ya muertos...
¡Tántas noches amargas sin un sueño!
¡Tántas sombras en torno, y ni una luz!

No hay roca de la cual la mano mía
“El agua cristalina haga brotar”;
¡Silencio, pues...! Las extranjeras brisas
Yo no debo turbar, pues allí envías
Las dulces notas que tus cantos dan.

Si yo pusiera ser como la antorcha
Que da más luz al tiempo de morir,
Dirigiendo hacia ti mi última nota,
No envidiaras, Amelia, ni la gloria
De Leonor, de Laura ni Beatriz.
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