Ronda en la noche a veces un sordo rumor de bosques
Y de raudas sombras girantes y vientos fatigados.
¿Dónde oír, dónde oírte, delirante gavilla de sueños
Sino en esta silenciosa, honda penumbra de la noche?
Rondan bosques, polvo de secas hojas y rumores, viejos caminos,
Y una canción, clamante luz que descendió a los labios,
Cruza de sones extraños temores este sueño de piedra
De las formas dormidas. Un rudo viento y en el viento la canción.
Crece, crece el sonido de la sombra insistente.
Una brisa, una hoja resuenan en el alma con extendido eco,
Y aparece un recuerdo entre mil nombres, tal un aproximar
De mariposas en las horas que llegan de las distancias a la noche.
Esta es la noche, dócil mujer de quien quisiéramos rescatar
Un amor antiguo, una caricia, un deseo misterioso y ardiente.
Como mujer debiera tenderse eternamente al lado
Y serían de su cuerpo los perfumes nocturnos, los aromas lunares.
Algo hay sobre la tierra: olvido y esperanzas, la vida,
Un sueño crece de lo perdido, de la infancia remota
Que avanza bella y lentamente, como con paso de mujer enferma,
Brotando vagas voces, palabras y siluetas de humo en la memoria.
Algo hay sobre la tierra: la vida, esperanzas y olvido.
Sobre la noche un hondo, sordo rumor de bosques
Que llega al corazón desierto con parajes recónditos
De maderas nocturnas, viejas ramas, aves desconocidas o siniestras.
Después todo es silencio. La noche, cerca del mar,
No dejará, contra las rocas, contra la playa, su dramático acento
De desbordantes aguas batir espuma blanca y soñolienta.
Pero lejos, entre ciudades sin orillas, un trémulo silencio arde sin fin.