Una tarde de invierno, la luz entre las lentas
Nubes, lívido el aire.
Desnudos los refugios, inmóviles los cuerpos
En el frío.
Así la ciudad que habito.
Y de pronto cae la noche con sus sombras heladas:
Desolación inmensa para un pecho
Que nada comprende.
Hay una desierta palidez en el aire
Translúcido como en una mañana de la infancia.
Recuerdo entonces pensativo
Callar ante la invasora soledad del invierno
Bajo la desesperada ira
Del agua y del relámpago.
Mi cielo, apagado horizonte sin fulgor,
El cielo mío, la obstinación de lo blanco,
El repetido caer de la lluvia sobre la región.
Un paraje que debiera tenderse en agonía,
Que debiera cruzar un ave triste,
Hundirse bajo el anochecer
O que debiera yo
Amar hasta morir u olvidar.
Hoy me pregunto y digo: las aéreas plumas
Oscuras llegaban con su frente morada. Mas ¿cómo
Aquella invasión de grandes nubes
Engendró la soledad de los cuerpos?
Los hombres que conozco, ausentes, sin testigos,
Sus rostros, la delatora presencia del hastío,
Aman únicamente la pesadumbre invernal
Junto al extendido invierno
Una vez, sonámbulo,
Me perdí frente a un paisaje
De verdes ruinas alrededor de las casas.
La llanura crecía con el silbo del viento,
Perpetua luz tendida, color glacial de lo remoto,
Extensión solitaria como
Un desconocido más en el atardecer.
Lleno de obstinación sombría quise
Recorrer una ciudad sin hombres hecha para la lluvia.
Las plazas vacías, sin la respiración
Del amor y del dolor.
El verdor creciendo entre la piedra de las calles,
La sollozante palpitación bajo los pasos,
Nada más en el imperio desolador de la blancura,
Sobre los blancos muros abandonados, ni el débil
Peso del aire, ni los reflejos sobre las ventanas.
Sólo un viento cruel de extremo a extremo como un grito.
Una ciudad así para encontrarte, imagen tuya,
Imagen rescatada de un antiguo tiempo secreto,
Sola habitante de una ciudad vencida por la lluvia.
De niño, absorto ante los grandes inviernos
En el balcón adonde llegaban
Las ciudades edificadas por los sueños,
Cuando el sol ya vencía lo denso de la atmósfera,
Entre las bahías de las nubes, ciudades.
En el esplendor de los veranos remotos,
Más allá de los mares y las islas,
Surgida de los países cálidos
O entre las avenidas sepultas en el aire,
Esperaba encontrarte un día,
Viva, con un relámpago de estío en los cabellos.
Mas sólo una noche de lluvia, al cruzar una esquina,
Voz como llanto única y sin término hasta el corazón,
Eco perdido en la calma espectral de mi memoria,
Te hallé en la ciudad desierta,
Imagen sola, melancólico sueño,
Reflejo aún más hermoso que la vida,
En tu mudez, yerta, esquiva como la sombra.