VI LAS bestias expulsadas del corazón de mi madre. No hay distinción entre mi carne y su tristeza.
¿Y esto es la vida? No lo sé. Sé que se extingue como los círculos del agua. ¿Qué hacer entonces, indecisos entre la agonía y la serenidad? No sé. Descanso
en la ignorancia fría.
Hay una música en mí, esto es cierto, y todavía me pregunto qué significa este placer sin esperanza. Hay música ante el abismo, sí, y, más lejos, otra vez la campana de la nieve y, aún, mi oído ávido sobre el caldero de las penas, pero
¿qué significa finalmente
este placer sin esperanza?
Ya he hablado del que vigila en mí cuando yo duermo, del desconocido oculto en la memoria. ¿También él va a morir?
No sé. Carece
desesperadamente de importancia.