LA INFECCIÓN es más grande que la tristeza; lame los parietales torturados, entra en los dormitorios del sudor y el láudano y luego tiembla como un ala fría: es la humedad de los agonizantes.
Viene despacio la paloma impura, viene a los vasos llenos de sombra
y la ceniza capilar se extiende sobre vestigios de mercurio y llanto.
La lente anuncia la mendicidad pero su luz procede del abismo. Ante las córneas abrasadas penden los hilos del silencio. Luego
las desapariciones bajan al corazón.