Blest were he, O Bio-Bio!
Who could dwell forevermore
In a deep grove, cool and shady,
Upon thine enchanted shore!
Just a lowly thatched-roofed cottage
Where thy limpid waters are seen
Pouring their calm flood in silence
Amid foliage fresh and green;
Where, instead of shifting changes
In the fickle things of state,
Wind-stirred oaks and maitens murmur,
And the forest peace is great;
Where the bird amid the branches,
In the early dawning gray,
Sings its untaught, artless music,
Greeting thus the new-born day.
In that humble thatched-roof cottage,
Oh, how happy were my lot,
In the peace that nothing troubles,
Envied not and envying not!
This to me in truth were sweeter
Than the Babel wild and loud
Where in chase of a chimera
All are rushing in a crowd;
Where dark treachery and falsehood
Near the quaking altar stay
That the people's favor raises
To the idols of a day.
Sweet repose, most blissful quiet,
Earthly paradise divine!
Has the palm of war or wisdom
Worth which can outrival thine?
Truth I love, not adulation—
Truth all unadorned and plain,
Not the clamorous applauses
That are raised in Fortune's train.
Growing old, for that false treasure
I would cease my soul to fret—
Say 'Farewell to disappointments!
The forgetful I forget.
'Others call excitement pleasure,
Madly seeking fame or pelf;
I in earth's most hidden corner
Wish to live now for myself.'
Al Biobío
¡Quién pudiera, Biobío,
pasar la existencia entera
en un boscaje sombrío
de tu encantada ribera!
Una cabaña pajiza,
donde viese tu onda pura,
que callada se desliza
entre frondosa verdura,
donde, en vez del movimiento
de políticos vaivenes,
susurrar oyese el viento,
entre robles y maitenes,
Y escuchase la alborada
que en no aprendida armonía,
canta el ave en la enramada
saludando al nuevo día;
una pajiza cabaña,
en que gozase el reposo
de la paz que nunca engaña,
ni envidiado ni envidioso;
más grata, en verdad, me fuera
que una confusa Babel,
donde en pos de una quimera
corren todos en tropel,
do deslealtad y falsía
cercan el trémulo altar
que a los ídolos de un día
alza el aura popular.
¡Oh feliz, oh dulce calma,
paraíso de la tierra! 30
¿vale más que tú la palma
del saber o de la guerra?
Verdad, no lisonja, quiero;
verdad sencilla, desnuda;
no el aplauso vocinglero,
que a la fortuna saluda;
quiero en mis postreros años
decir a ese bien fingido:
¡Adiós! no más desengaños;
a los que olvidan, olvido.
Otros en loco tumulto
llamen dicha al frenesí;
yo en el rincón más oculto
quiero vivir para mí.