Dios es la luz del cielo, es de los astros veste,
Eterno resplandor. De esa luz somos hechos.
Un fulgor de oración relumbra en nuestros pechos:
Es el reflejo astral de ese origen celeste.
Tú, hombre loco y vil, alma impía que padeces
En el fuego infernal de tus torpes defectos,
Sientes de cuando en cuando esplendores electos
Como un claro de luna argentando cipreses.
¿Quién no sintió jamás la caricia divina
En su pecho verter la esencia cristalina
De un astro que centella en pleno azul sin velo?
Todo es luz en nuestra alma; el más vil, el más loco
Bien sabe que esta vida es sol que dura poco
Y está en nosotros Dios como dentro del cielo...